Queridos hermanos y hermanas, este 24 de septiembre, como cada año celebramos nuestra Fiesta Patronal, volvemos a poner nuestra mirada y corazón en nuestra querida Patrona, Nuestra Madre de la Merced. Hoy nos

encontramos con sentimientos encontrados, alegría y tristeza a la vez. Alegría por volver a estar de fiesta y tristeza porque nos vemos imposibilitados de poder reunirnos, encontrarnos, abrazarnos, festejar juntos. 

Sin embargo, en este día estamos todos llamados y convocados a ponernos, más que nunca, bajo el amparo de nuestra querida patrona, para que nos siga acompañando en estos tiempos de flagelo pandémico, para que

de su mano nos conduzca siempre a Jesús que no nos abandona. Ella nos invita, a que, como comunidad volvamos a poner nuestro corazón y nuestra confianza en Dios, que es Amor y Misericordia. Merced significa eso: “misericordia”. Es la invitación a estar unidos,

a vivir en comunión, aún en la distancia y el aislamiento. Dios no conoce de aislamientos, solo conoce de Amor y nos anima a la fraternidad; en la distancia podemos estar cerca, ayudarnos, comprendernos, amarnos… Es el tiempo para aprender a vivir en la esperanza

y la reconciliación, aunque nos duela y desconcierte. Es el tiempo que nos enseña a valorar y cuidar a quienes tenemos y queremos; es el tiempo para llamar y saber esperar… En fin, es el tiempo para descubrirse amados y misericordiados por Dios. 

Durante esta pandemia, como diría el Papa Francisco, “no nos dejemos robar la alegría y la esperanza”, por eso los invito y animo a que este jueves 24 celebremos en casa, en familia, con alegría y mucha fe,

porque la fiesta de nuestra comunidad es la fiesta de cada familia.