Abigail Slaboch, la apasionada por la aviación que se convirtió en la primera piloto hipoacúsica de Argentina

El pasado miércoles 8 de diciembre, Abigail, oriunda de San Cristóbal, y que a lo largo de sus 18 años debió sortear múltiples barreras y obstáculos de todo tipo, se convirtió en la primera persona hipoacúsica del país en obtener la Licencia de Piloto Privado de Avión (PPA), con habilitación VFR (Visual Flight Rules, o Reglas de Vuelo Visual).

Actualidad 19/12/2021 Por Ramiro Muñoz Por Ramiro Muñoz
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A lo largo de la historia, la vida se encargó de mostrarnos –y con innumerables ejemplos– que, la fortuna, sonríe a quienes jamás se rinden. Que, con constancia, esfuerzo, dedicación, trabajo duro y sacrificio, toda persona puede sortear las dificultades que enfrente. Y, precisamente, en esta capacidad de superar adversidades, radica su fortaleza.

Nunca nadie dijo que es un camino fácil, pero, con sobradas pruebas, vemos que no es imposible desandarlo. Tanto hombres como mujeres fueron cobijados por las hadas del destino al alcanzar logros impensados y, que, una vez cristalizados, emocionaron a propios y extraños por sus encomiables actitudes ante los obstáculos y trabas que surgieron en su afán por conseguirlos.

Abigail Soledad Slaboch es una de ellas. Tiene solo 18 años, pero una fortaleza propia de una guerrera de mil batallas porque, desde que nació, debió transitar un camino que muchos otros niños no conocieron. Pero, cuando muchos piensan en arrojar la toalla, ella salía a disputar un nuevo round, y tal es así que, a las imitaciones con las que vino al mundo, les ganó por nocaut.

El pasado miércoles 8 de diciembre, el aeródromo de Alvear –próximo a la ciudad de Rosario– fue el escenario donde Abigail estableció un hito fundamental, que estimulará a muchos a imitarla: merced a su esfuerzo e infinita pasión por todo lo que hace, se convirtió en la primera persona hipoacúsica del país en obtener la licencia de Piloto Privado de Avión (PPA), con habilitación VFR (Visual Flight Rules, o Reglas de Vuelo Visual).

Una vida de pura lucha

Abigail Soledad Slaboch nació en San Cristóbal, capital del departamento homónimo –a 180 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe–, el 13 de mayo de 2003. Hija de Osvaldo y Mary, es la más chica de cinco hermanos y vino al mundo con hipoacusia bilateral severa y, desde ese momento, tanto ella como su familia debieron luchar sin cesar para que su vida fuera lo más normal posible, ya que esta pérdida de la capacidad auditiva afectó su desarrollo y su comunicación.

“Siempre debimos superar muchos obstáculos. Nos costó mucho inscribirla en un jardín y, cuando comenzó la escuela primaria, inicialmente no la aceptaron y la mandaron a una donde cursaban chicos especiales, ya sea con síndrome de Down, parálisis cerebral, o patologías similares. Ahí duró una semana, nada más, ya que logramos que una escuela la recibiera con una maestra permanente como guía”, dijo Osvaldo.

“Recorrimos medio mundo —prosiguió Mary—. Vimos muchos médicos y, una de las posibilidades, era la de que le realizaran un doble implante coclear pero, si se lo hacían, Abi perdería la posibilidad de tener otras alternativas para mejorar su audición”, señaló.

¿Y qué es un implante coclear? Es un pequeño dispositivo electrónico que, una vez implantado quirúrgicamente debajo de la piel, estimula las terminaciones nerviosas de la cóclea (la que transforma los sonidos en mensajes nerviosos y los envía al cerebro) para proporcionar la sensación de sonido a una persona totalmente sorda o con deficiencias auditivas severas.

Pero, la inserción del electrodo en la cóclea, puede producir la pérdida completa de la audición residual en el oído implantado. Por eso los padres de Abigail decidieron que no se llevara adelante esta práctica y, entonces, ella utiliza audífonos, los dispositivos que permiten que algunos sonidos se escuchen más alto y pueda mejorar la comunicación con quienes la rodean. Además, para facilitar su entendimiento y comprensión, también lee los labios de su interlocutor.

Su inmensa pasión por la aviación

“Desde que tengo uso de razón, convivo con el mundo aeronáutico. Ya desde muy chiquita, mi papá me llevaba a volar. Y en este ambiente fui creciendo, volando y volando. Es imposible explicar con palabras lo que se siente cuando volás”, contó Abigail.

No es de extrañar que sus genes sean aviación en estado puro: sus abuelos paternos, Carlos Luis (piloto de avión, y uno de los fundadores del Aero Club San Cristóbal) y María Marta, se fueron de luna de miel ¡en un Piper PA 11!; su padre, Osvaldo, posee la licencia de Piloto Aeroaplicador (trabaja desde hace años como tal) y, además, encabeza la empresa familiar que lleva su apellido –sita en San Cristóbal, y de la que también forma parte su madre, Mary– dedicada a brindar distintos servicios aéreos y terrestres a innumerables productores (como la siembra aérea y terrestre, la aeroaplicación, el control de incendios, y la comercialización de indumentaria de trabajo); y, su tío Luis (hermano de su padre), también sabe lo que es comandar una aeronave.

“Siempre quise ser piloto —continuó Abigail—, además de administradora de empresas. Por eso, cuando tenía 15 años quise realizar el curso de piloto de planeador pero, luego, no se dio. Hasta que el 16 de noviembre de 2019, con 16 años, comencé a realizar el curso de Piloto Privado de Avión en el Aeroclub Sunchales”, recordó.

La ANAC (Administración Nacional de Aviación Civil) dispone que, para obtener esta licencia, los alumnos deben comenzar su capacitación con 16 años y nueve meses (para los menores de 18 años, se requiere la autorización de ambos padres para realizar el curso). Asimismo, se debe gestionar una Certificación Médica Aeronáutica (CMA), que se extiende tras múltiples exámenes.

A pesar de su hipoacusia (“a la radio del avión la escucho, pero me cuesta entenderla”, indicó Abigail), pudo empezar con sus clases prácticas y sumar sus horas de vuelo ya que, el médico examinador que le firmó su CMA le permitió hacerlo, pero con una salvedad: debería ser acompañada por un piloto de seguridad (que, en este caso, era el instructor).

“En Sunchales volé cuatro horas con el Piper PA 38 Tomahawk LV-OLC y, luego, seguí con el Tecnam P2002 Sierra LV-S072”, amplió Abigail quien con esta aeronave, completaría el curso y rendiría el examen para obtener su licencia. “Volé con los instructores Lautaro Rostagno, Mateo Giustina, Federico Gribaudo, y Agustín Piumetti, quien sería el que me presentaría a rendir el examen final”, detalló.

Pero su enorme fortaleza espiritual –esa que le permitió seguir adelante durante toda su vida– sería puesta nuevamente a prueba. En diciembre de 2020, tras la interminable cuarentena por la pandemia de coronavirus, su habilitación psicofísica (que le permitía volar, pero con un piloto de seguridad) fue suspendida hasta nuevo aviso. “Lo determinó la ANAC, ya que debía completar 10 horas de vuelo sola, como dispone la reglamentación para poder tener la licencia de Piloto Privado”, recordó Abigail.

Y agregó: “Fueron siete meses eternos hasta que, el 29 de junio de 2021, me realizaron nuevos estudios en el Inmae (Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial), en Capital Federal, donde resulté «apta» para volar, y se me extendió una nueva CMA, que aclaraba que podía hacerlo, con audífonos y lentes, y en aeródromos no controlados (donde un piloto no es asistido por personal de control en tierra –en una torre de vuelo, por ejemplo– ni posee equipamiento radioeléctrico o ayudas visuales para el vuelo)”, reveló.

De este modo, Abigail retomó sus clases en Sunchales y, el 4 de julio de 2021, daría un nuevo paso clave para cristalizar su sueño: “Ese día volé sola con el Tecnam P2002 Sierra LV-S072”, rememoró.

El examen final

Como el inspector de la ANAC, Luciano Costa López, no podía trasladarse hasta Sunchales para evaluar a Abigail, ella, sus padres, su instructor y su novio, Nicolás, se trasladaron hasta el aeródromo de Alvear, al sur de la ciudad de Rosario, donde el pasado miércoles 8 de diciembre tuvo lugar el examen final.

“El inspector me hizo hacer de todo, ya sean procedimientos radioeléctricos, como determinar la posición del avión, o entradas y salidas por varios radiales, y distintas maniobras, como virajes escarpados (NdeR: cuando el avión realiza un giro con una inclinación de 45°, tanto a la derecha como a la izquierda), un 360 (NdeR: donde se practica una situación de emergencia sobre la cabecera de una pista y, tras comenzar la misma a 1000 pies –unos 304 metros– se completa un viraje de 360° en descenso con motor en ralentí y se aterriza en la misma), y otras más, como toques y motor (NdeR: se realiza todo el circuito y el procedimiento de aterrizaje pero, en vez de detenerse en la pista, se le da potencia nuevamente al impulsor y, el avión, se va otra vez al aire)”, contó Abigail, quien realizó todas las maniobras en forma correcta.

“En total, volé 0.3 hora (de 15 a 19 minutos) sola, y 1.0 hora (60 minutos) con el inspector. Cuando hicimos el último aterrizaje, me dio la mano y me dijo: «Felicitaciones, ya sos medio piloto». ¿Y por qué me dijo esto? Porque siempre se rinde primero el examen teórico y, después, el práctico. Pero en mi caso, fue al revés. Por eso me dijo «medio piloto», ja”, rememoró Abigail entre risas.

La evaluación teórica también fue aprobada satisfactoriamente y, en ese momento, Abigail se convirtió en la primera persona hipoacúsica del país en obtener la licencia de Piloto Privado de Avión (PPA), con habilitación VFR (Visual Flight Rules, o Reglas de Vuelo Visual). El sueño de toda su vida, se había hecho realidad.

Un ejemplo de perseverancia y dedicación

“Todo esto que hizo Abi es muy emocionante”, resumió su padre, Osvaldo. “Este logro, esta meta alcanzada de ser piloto, fue gracias a su mamá, a la educación que recibió, y a las personas que la apoyaron. Por eso, y sin la más mínima duda, podemos decir que se convirtió en un ejemplo para todos los chicos con dificultades o capacidades especiales”, agregó.

“Es algo muy lindo, ya que desde que nació recibió nuestro apoyo y, siempre estuvimos remándola para alcanzar estos logros, como los innumerables viajes de San Cristóbal a Rafaela para su tratamiento”, destacó su madre, Mary. “También fueron clave la fonoaudióloga y la psicopedagoga que acompañaron su crecimiento, y la maestra integradora que estuvo a su lado en la primaria. Y en la secundaria, cuando Abi ya iba sola a la escuela, logró el mejor promedio de su clase”, completó.

La opinión de uno de sus formadores

“Si bien yo la presenté para rendir el examen ante el inspector para obtener su licencia de PPA, hubo mucha gente que también aportó lo suyo para que esto sea posible. Por eso, quiero agradecerle a la familia de Abigail, en mi nombre y en la de todos los instructores de vuelo del Aeroclub Sunchales, por habernos brindado la oportunidad de ser parte de este logro, que se potencia por todas las cosas que ella debió superar”, señaló el instructor Agustín Piumetti.

“Ella vuela muy bien, y solo hubo que pulir algunas cosas. Sobre su hipoacusia, en ciertas circunstancias se le dificulta escuchar los mensajes o las comunicaciones por la distorsión del sonido que percibe, y que depende de la calidad del equipo de radio con el que esté volando. Incluso, esto también le sucede, a veces, a quienes tienen buena audición. Por eso, el aspecto clave es la coordinación con las demás aeronaves que estén volando en el mismo espacio aéreo que ella”, afirmó.

Y, al referirse al desempeño de Abigail durante el curso, dijo: “Siempre fue muy receptiva a todo lo que le enseñaban o indicaban los instructores de vuelo, lo que facilita la comunicación y el trabajo con cada alumno. Su logro requirió de mucho esfuerzo, y ella siempre tuvo la mejor predisposición y voluntad de aprender”.

Sobre ser parte de un logro que marcará un antes y un después en la aviación civil en el país, afirmó: “Es algo muy bueno. Ella tiene el mérito principal, por supuesto y, en mi caso, me siento súper feliz y agradecido”.

Respecto a las sensaciones del inspector de la ANAC tras evaluar a Abigail, y de lo que habló con el mismo después de volar con ella, destacó: “Como instructor, uno siempre pone su prestigio en juego cada vez que presenta un alumno para rendir pero, cuando aterrizaron, solo me dijo «muy bien Abi». En muchos casos, suele pasar que, tras un examen, el inspector te diga «hay que prestar atención en esto», o «hay que refrescar conocimientos en esto otro», u otras cosas por el estilo pero, con ella, no objetó nada, y esta fue la mejor definición de lo que fue su examen, y de su capacidad y aptitud para volar”, cerró Piumetti.

Otro de los sostenes emocionales: su novio

“Abi pasó momentos feos, pero siempre siguió adelante”, dijo su novio, Nicolás, un Piloto Privado de Avión que reside en Chacabuco, provincia de Buenos Aires. “En diciembre de 2019, y con solo 16 años, ella organizó el 2° Encuentro Nacional de Aero Boero en San Cristóbal (donde participaron 29 aeronaves de distinto tipo). Yo vuelo un Boero 95 en el Aero Club de Chacabuco pero, aunque no pude venir, la conocí en las redes y le escribí. Así fue comenzamos el contacto hasta que nos pusimos de novios el 18 de mayo de 2020 y, a pesar de la distancia, me tomo tres micros para venir a verla. No hay una noche en que no nos comuniquemos por videollamada”, contó.

“Compartimos la misma pasión y, lo que alcanzó Abi, provoca un orgullo inmenso. Ella le pone mucha pasión a todo; la ves volar, y es hermoso. A pesar de tantas y tantas cosas que tuvo que enfrentar y superar, no había forma de que se rindiera. Estaba escrito que debía recibirse y tener su licencia de piloto”, recalcó Nico.

Lo que viene en su vida

“No lo podía creer. No caía”, dijo Abigail tras convertirse en Piloto Privado de Avión, logro que alcanzó dos días antes de completar sus estudios secundarios en la EET 474 Tambor de Tacuarí, de San Cristóbal, y como escolta de la bandera nacional en el acto de egreso.

Pero, fiel a su carácter emprendedor y que no se detiene jamás, esta hincha de Boca ya piensa en nuevos desafíos. “Por ahora, voy a volar en San Cristóbal con el Aero Boero 180 (NdeR: el LV-RAD, de la empresa de su padre y, como la “R” en el alfabeto fonético internacional es “Romeo”, ¡le puso este nombre a su gato!) y, para hacer navegaciones (vuelos de distancias mucho mayores), lo haré con el avión de Sunchales y con un piloto de seguridad que me acompañe. Quiero ir sumando horas para obtener la licencia de Piloto Comercial y, después, la de Aeroplicador”, dijo.

Pero no solo eso: “El año que viene voy a empezar a estudiar a distancia la licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad Siglo 21. Voy a tratar de dividir mi tiempo en volar, estudiar y trabajar (en la empresa de su padre)”, apuntó.

Y, en el final, Abigail dejó un muy claro mensaje para quienes luchan por cumplir sus sueños: “Nunca se rindan. No se bajoneen por lo que diga la gente, incluso los médicos porque, la fe, mueve montañas”.

Claro que la fe mueve montañas, Abi. Como las moviste vos con tu brillante logro. ¡Felicitaciones, y buenos vuelos!

Fuente Aire de Santa Fe

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