Actualidad Por: Carlos Lucero07 de marzo de 2022

De Ucrania a San Cristóbal a poblar "el barrio de los polacos"

"Toda guerra causa muerte, pena, dolor. La invasión a cualquier pueblo, a cualquier país” expresó a este medio Amado Cesar "Dadi" Palavecino. “Por parte de mi mamá María Zinchur, somos descendientes de ucranianos".

María Zinchur viajó a Ucrania en 1998 a conocer sus familiares

"Mi abuela se llamaba Paraskevia Maceluch y mi abuelo Basilio Zinchur, mi Bisabuela Tania y mi bisabuelo, Andrei. La zona de donde provienen está a pocos kilómetros de Polonia", comenta a este cronista  Palavecino, en una entrevista realizada en la oficina de su empresa "Taller Gráfico Laser”, ubicada en calle Chacabuco al 1200. La charla se estiró por más de una hora. Había mucho que decir en el marco de la guerra que se desató entre Rusia y Ucrania.

Esta nota invita también a revisar nuestros orígenes como ciudad, ligada a la historia de nuestro San Cristóbal y a su ADN Ferroviario. Muchos inmigrantes eslavos vinieron a Argentina corridos por el hambre y las guerras. Los eslavos son el grupo etnolingüístico más grande de Europa, se dividen en tres regiones, una de ella es la oriental, que engloba las llanuras de la actual Ucrania, Bielorrusia y Rusia, por el norte hasta el lago de Ládoga, por el este hasta Moscú y por el oeste hasta las fronteras de los actuales estados de Letonia, Lituania y Estonia.  Muchos inmigrantes de esta región llegaron a nuestra zona atraídos por la agricultura, oficio que desarrollaban en Europa. Ucrania es hoy uno de los mayores productores de trigo del planeta.

La mayoría de estos recién llegados arribaron a nuestro país sin recursos propios y con familias a cuestas. Por esos años en San Cristóbal se encontraba en desarrollo el taller ferroviario, el cual les brindó una oportunidad  para poder trabajar y vivir a muchos de ellos. De esta forma, gente de toda esa región castigada por las innumerables guerras se establecieron en nuestra ciudad y se radicaron mayoritariamente en un rincón del barrio Palermo, que luego se conoció como "El Barrio de los Polacos".

 1919 en la aldea de Tsetulya

“El padre de mi abuelo, Basilio Zinchur, vivía con su familia en Tsetulya, aldea cercana a la frontera con Polonia, ubicada a 40 km de la ciudad de L'viv.  Corría el año 1919 y mi bisabuelo tenía un cargo administrativo comparable con lo que aquí sería un presidente comunal y el padre de mi abuela era como el secretario de la comuna. Además tenían una parcela de campo con siembra y animales. También tenían muchos hermanos.

Según el relato de mi tío Emilio, la decisión de venirse a la Argentina después de la primera guerra fue porque lo que tenían de campo no les iba alcanzar para todos los hermanos, además del peligro de la extrema violencia que había en esa época. Por esa razón mi abuelo se alista en el ejército como forma de forjarse un destino, sin saber incluso para quién iba a pelear. Termina formando parte del ejército bolchevique con solo 17 años. En una ocasión, su regimiento se trasladaba en tren y se detienen por unos días en su pueblo en época de Pascua, que es la fiesta principal de los Cristianos Ortodoxos, entonces se baja del tren y se va a saludar a sus padres y pasar las fiestas en su casa, se acuesta a dormir y la madre le lava la ropa y la tiende, pasa una patrulla militar, ven la ropa colgada y lo van a buscar. Mi abuelo Basilio Zinchur  dialoga con los soldados y logra que no lo lleven con la promesa que regresaría el próximo día al tren.

De alguna forma había desertado y corría peligro de graves represalias, por lo que sus padres lo convencen de que se esconda en los bosques de la zona. Hizo un pozo y vivió escondido, la madre le llevaba alimentos a la noche para que sobreviva y el padre buscaba contactos para que pueda salir del país rumbo a América. Estaba de novio, intenta casarse con su pareja y escapar. Pero su novia se niega a dejar su país, pero en cambio su hermana sí acepta, y se termina casando con la hermana de su novia en Ucrania y se vienen a la Argentina" nos cuenta Amado Cesar Palavecino. 

Del Hotel de los inmigrantes a Campo Garay

"Al llegar a Buenos Aires, mi abuelo comienza a trabajar como sirviente de otro ruso que había escapado de la guerra con dinero, porque era de la parte de la oligarquía zarista. Zinchur venía con sus ideas revolucionarias de Ucrania y decide no ser sirviente y acepta venir a trabajar de agricultor a Campo Garay. Se emplea en la estancia “La Primavera” donde luego de unos años fue corrido -por sus ideas- en forma violenta, toma un tren con su familia para ir hacia el sur y al pasar por San Cristóbal, se encuentra con paisanos suyos que hablaban su idioma y decide quedarse. Trabajó en la construcción del puente del arroyo San Antonio, también en el Ferrocarril. Se afirma en el oficio de carpintero y toma trabajos en la zona. Me contaron que estuvo empleado en el campo de Canclini, alquilando una vivienda donde es hoy el actual local de la UCR en Huanqueros. Mi mamá nace en San Cristóbal en el año 1928, tiene dos hermanos más Emilio y Andrés. María Zinchur se casa con mi papá Amado Francisco Palavecino, que se desempeñó en el ferrocarril hasta el año 1961 y luego como camionero. Tuvieron dos hijos, quien les habla y Norberto que es mi hermano mayor" narra Palavecino.

El Barrio de los Polacos

San Cristóbal tiene familias que emigraron de distintos lugares de Europa, como los judíos, españoles o italianos. Los que emigraron de la zona de donde vinieron mis abuelos, recuerda Dadi, fueron cambiando de país de acuerdo a cómo terminaban las guerras, no se tenía en claro a qué país pertenecían las fronteras que se corrían continuamente. Por eso, en el idioma "ferrocarrilero" se los bautizó a todos como “polacos”, no importaba si eran rusos, bielorrusos, ucranianos, eslavos o polacos. "Entre ellos eran muy solidarios, era como si todos vinieran de un mismo país, si había que levantar una casa se ayudaban entre los vecinos, a mi abuelo cuando tuvo que levantar su carpintería vinieron todos a colaborar. Si había algún paisano recién llegado que no tenía donde quedarse, se conseguía siempre un lugar para dormir y comer”.

En el devenir de la conversación con Palavecino, le puso nombres al relato: “Estaban las familias Dereblanik y Tollyz (eslavos), Nicolás Turá que tenía un boliche en Pueyrredón y las vías, él era ucraniano del mismo pueblo que mi abuelo y de igual nacionalidad que la familia Ogorodnik, Kislak y los Mudrik que vivían en las casas del ferrocarril. Cirkunov (Ruso), Sigaldo y Lasarevich (eslavos), los Crivoy que eran rumanos. Don Juan Cebrin que era Ruso, formó parte de la guardia del Zar como cosaco, tenía una admirable destreza con el caballo y era un excelente músico, tocaba instrumentos de viento y el violín, participando en orquestas de la época”. El ex docente de la ENET de San Cristóbal, Amado Cesar Palavecino explicaba que faltan muchos otros apellidos de familias que vivieron en la ciudad.

Aromas y sabores

“La comida más típica que se hacía en casa eran los varenikes. Es una masa blanca tipo empanadas, sin grasa, con huevo y la base fundamental es la papa hervida, a la cual se le agrega ricota o panceta con cebolla dorada picada, se arma como una empanada y se hierve, se sirve acompañado de crema o manteca derretida. A mi abuelo que no le falte la sopa, ni siquiera en navidad, un plato clásico que es el borsch, una sopa de remolacha muy característico de la comida ucraniana” comentaba Palavecino.-

 De San Cristóbal a Ucrania 

“Mi mamá siempre quiso contactar a su familia en Ucrania. En aquella época era muy complicado, nosotros no conocíamos el idioma y ellos no conocían el castellano y había que encontrar un traductor, hasta para comunicarse por cartas. María viajó en 1998, sola, con 70 años de edad. Hizo una escala en Francia y de allí voló a Varsovia, la fue a buscar un primo de ella que vivía en L'viv, se trasladaron en auto hasta Tsetulya. La llevaron a conocer lugares donde nació mi abuela y se encontró con la hermana de mi abuelo, Ana, de alrededor de 100 años quien la recibió junto a sus hijos y sus nietos. Tambien se encontró con hermanas de mi abuela.

La estadía fue muy emotiva. Le consiguieron una traductora y fueron hasta donde estaba la casa de mi abuelo y donde era la casa donde nació mi abuela. Sus tías le hicieron un recibimiento especial con pan, sal y una carpeta de mesa llamada rusnies. También le entregaron un puñado de tierra del lugar. Estuvo alrededor de 20 días. Luego le mandaron una cajita de madera con cosas típicas de allá y a ella le pedían que le manden yerba”.

 

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