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En la tercera ola de covid-19, los indicadores que están en foco son la ocupación de camas críticas y el índice de positividad en los hisopados, y se habla mucho menos del desgaste de los recursos humanos que llevan dos años enfrentando la exigencia de lo desconocido.
Actualidad23 de enero de 2022El DepartamentalDesde marzo de 2020, la salud está en boca de todo el mundo. Las noticias destinan todos los días un tiempo a entrevistar especialistas, a contabilizar casos, a analizar curvas y porcentajes de camas ocupadas, cepas, índice de positividad. En la tercera ola de covid-19, los servicios de salud se encontraron frente a nuevos desafíos y quienes lo llevan adelante son personas.
“Todes hablan del colapso del sistema de salud contando camas (o de internación general o críticas) y hoy el colapso está dado por la carga de trabajo de les trabajadores y el impacto subjetivo de la prolongación de la pandemia. Después de todo somos les que hacemos el sistema de salud”, dice la médica generalista Andrea Montaner, coordinadora del centro de salud municipal Ceferino Namuncurá, de Rosario e integrante de la Asamblea de Trabajadorxs por la Salud Colectiva, un espacio que impulsa debates y acciones públicas ante la pandemia de covid-19.
“El 20 de diciembre hicimos una despedida de año con los compañeros del centro, motivados por una sensación que teníamos, no de fin de pandemia, pero sí de cierto camino ganado y en dos semanas colapsó absolutamente todo, y la verdad es que fue tan o más intensa que las olas anteriores, por el modo como irrumpió, cómo los centros de salud se desbordaron”, suma Lorena Larrosa, psicóloga del centro de salud municipal Débora Ferrandini, en el oeste de Rosario.
Con colas enormes de personas que buscaban hisoparse, con el comienzo de año tuvieron otro malestar. “El desborde fue de una población no adscripta al centro y también con las características de la demanda. Pasamos de los aplausos a las puteadas enardecidas, ‘vago’, a gente que nos decía ‘yo te pago a vos’”, describe lo que se vivió. Y eso jamás lo reciben de la población que atienden, la cercana, del barrio. En Rosario hay 80 centros de atención primaria de la salud, entre provinciales y municipales.
Lo cuenta así Montaner: “Trabaje hasta la primera semana de enero, momento en que empezaron a explotar los positivos. Éramos cuatro personas hisopando y no dábamos abasto. Yo soy parte de un equipo que le mete mucho compromiso, mucha actitud y mucha creatividad. Esa semana, muches de nosotres compartimos que, por momentos, al ver la cantidad de gente que venía a hisoparse y su consecuente positividad nos daba ganas de llorar”.
Después de mucho tiempo con las vacaciones limitadas a cinco días, la Municipalidad de Rosario habilitó a hacer uso de ese derecho al personal de salud, que venía sobreexigido por el devenir de las dos primeras olas y la vacunación. Los reemplazos escasean. O sea que el año 2022 encontró a los centros con personal menguado, y más exigencia. “A principios de año teníamos 100 personas que venían a hisoparse, porque se corría la información de que allí se estaba haciendo, y era en ese momento un recurso escaso. Fueron los equipos los que evaluamos que no tenía sentido hisopar, sin criterio, y nos dijimos prioricemos, como sabemos priorizar”, cuenta Simona Lavarello, también médica del Ceferino Namuncurá. Entonces, nació la decisión de testear sólo a personas con factores de riesgo, para hacerles un mejor seguimiento.
Las largas colas en los centros de hisopado, a principios de enero, fueron un indicador claro de la saturación del sistema.
Poner el cuerpo, pero también la cabeza. “En esa cintura permanente estamos hace dos años, se trata de estar todo el tiempo armando estrategias, y discutiendo, a veces las cosas te cambian en un día, en 24 horas. Esa es la parte de la gimnasia que es muy nueva. Hay que poner la cabeza y el corazón para discutir, plantear, replantear, barajar y dar de nuevo con lo que hay, desde hace dos años. Primero, enfrentar algo desconocido, con la mayor de las precauciones, transitarlo, que no fue sencillo y hubo muchas pérdidas. Es estar peleando contra algo, pero siendo parte de los que se afectan también. No se trata de ser superhéroes, no tenemos inmunidad. Hacemos todo esto tratando de cuidar a los compañeros, a la población y a la familia”, sigue Lavarello.
Y la sensación es de algo que nunca termina. “Cuando te da un alivio y parece que uno puede rearmarse y retomar algunas cuestiones que se habían postergado, otra vez tenemos que priorizar la atención a esta emergencia. Es desgastante para el equipo, porque además nos contagiamos nosotros”, cuenta la trabajadora social Paula Etchart, del Centro de Salud Juana Azurduy, también municipal y de Rosario. “Si en un momento estaban más agotadas las terapias y las internaciones, ahora nos pasa a los que hacemos servicios ambulatorios, y justo se da en esta época, que se autorizaron las vacaciones. Nos agarra cansados y somos poquitos”, resume.
Cuenta que “ahora, con los nuevos criterios de hisopado, está más ordenado. Pero el lunes después de Año Nuevo eran cientos de personas viniéndose a hisopar, y nosotros tratando de explicar que el hisopado por sí solo no es una medida de prevención, ni de cuidado. La gente empezó a dar vueltas para ver dónde se podía hisopar, las obras sociales te ponen todas las trabas y los lugares públicos, en territorio, colapsaron, durante los primeros diez días de enero. A veces era hisopar, hisopar, porque la gente quería saber, y nosotros les decíamos también es importante el aislamiento y los cuidados”.
El panorama cambió: en la primera y segunda ola, el eje estaba en las derivaciones, las camas de terapia intensiva, las personas que morían. Ahora, la mayor parte de la demanda pasó del hospital a los centros de salud ambulatorio. Los cuadros graves son muchos menos. La clave fue la vacunación, y eso también estuvo a cargo de personal de salud. Eso no quiere decir que no haya derivaciones. De hecho, Lavarello terminó de trabajar el viernes, a las 22, porque debieron derivar a un centro de mayor complejidad a un paciente con comorbilidad.
Etchart hace la cuenta de su centro: “En este año no hemos llamado al SIES para ninguna derivación, y el año pasado eran 2 o 3 veces por semana. La vacuna dio otro marco de cuidado. Por eso creíamos que se debía hisopar a los que verdaderamente son de riesgos, para concentrarnos en ellos, en acompañarlos y enfocarnos en los que más lo necesitan. Si nos convertimos en centro de hisopado, perdemos el eje de nuestra población”.
El médico generalista del centro de salud municipal del barrio Casiano Casas, Ricardo Cordone, es también uno de los más activos participantes de la Asamblea de Trabajadorxs por la Salud Colectiva. “La sensación que tenemos todos es de mucho cansancio. El cansancio es un común denominador. Los otros adjetivos corren por cuenta de los individuos, el agotamiento, el hartazgo, distintos modos de estar cansado. Hay muchas cosas que producen ese cansancio, por un lado la prolongación de la pandemia como fenómeno.
Ninguno vivió una pandemia de ese tipo y mucho menos nosotros que estamos en la primera trinchera. Nosotros tuvimos una cuestión de que nos tomó todo el tiempo, el tiempo de trabajo y el de no trabajo.
El 80% de los grupos de WhatsApp están relacionados con la pandemia, son grupos de compañeros, científicos, de la facultad. Son grupos donde se habla de covid todo el tiempo. Llega un momento en que no querés saber más nada, querés escuchar otras cosas. Incluso de salud, pero basta de covid. Ese es un punto de hartazgo bastante característico de los trabajadores de salud”, plantea.
El personal de salud pública viene atravesando dos años desafiantes. “Fueron muy distintos, impensados”, dice Lavarello en una charla extensa. “Nos atravesó una manada de elefantes, y tenemos que esquivarlos. No es fácil, es una cobija corta, y se le pone lo mejor”, sigue un relato en el que subraya: “Nos reinventamos todo el tiempo y nos apoyamos mucho entre nosotros. Eso es lo único que nos ayudó a sobrellevarlo, no hubo ninguna otra magia que el factor humano cercano, y después construir, desarmar y volver a armar, con la gente que está ahí, con la misma población, sabiendo que todo el mundo hace lo mejor que puede”.
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