La importancia de tener un sábado en paz

El Frente de Todos rompe sistemáticamente la paciencia de la población y de su electorado, en una interna pasada de duración y de épica estéril: los limites ya existen y están dados por el FMI.

Política03 de julio de 2022Carlos LuceroCarlos Lucero
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Una interna sin fin

(Por: Juan Pascual- Pausa) Con la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán, se desencadenará una semana, a partir de este lunes, de fuerte presión sobre el dólar y de caída general de los activos financieros argentinos. La danza de nombres, el vértigo de dar la primicia del futuro o la futura responsable de la cartera, hace vibrar a la agenda pública. Las revisiones del FMI que se vienen, la contención de las corridas cambiarias, el lanzamiento truncado de la segmentación y revisión de las tarifas son tema de obsesión en los paneles. Sin embargo, no es la partida de Guzmán el principal hecho político reciente.

Y la gobernabilidad? 

Tampoco lo es el nuevo rol de la vicepresidenta, marcando la cancha del gobierno y volteando figuritas de a una. Habla CFK y se va el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, habla CFK y cae el sueño del Ministerio de la Economía Popular, impulsado por el Movimiento Evita o la CTEP, que ahora pasan a tener que debatir sobre el manejo de los programas sociales. Como si no fuera parte del gobierno desde su primer día y como si su principal objetivo de gestión fuera cuidar la pureza de la esencia transcendente kirchnerista, CFK pega donde duele –la lentitud de la gestión, la caída del poder adquisitivo– y llega a cuestionar públicamente la continuidad electoral de su elegido.

Sin embargo, poco importan estos hechos o cómo se traduzca en la ola de interpretaciones, esta es otra más, la nueva exhibición pública de una coalición de gobierno que está literalmente en pelotas y a los gritos. Más bien: importan, son principales, pero por otras razones, más mundanas.

No faltarán quienes tiren el hilo histórico y revisen cuántas veces el peronismo gobernó convulsionado y partido en fracciones. De Héctor Cámpora para acá, las referencias abundan, sobre todo en la democracia nacida en el 83. Esas referencias sirven para la glosa de un momento extraordinario y permiten, sí, entender cierta dinámica del peronismo hasta la aparición del Frente de Todos. Porque por su unidad y resquebrajamiento, lo que está haciendo el Frente de Todos es extraordinario. Es un Golem nunca visto en la historia política argentina. 

El principal hecho político del Frente de Todos desde la derrota electoral de 2021 es su obsesiva compulsión en tirarse tiros en el pie y joder los nervios de las precarias, agobiadas y desesperanzadas vidas de la población y de su propio electorado, que cocina sus malestares en el ágora mayor de Argentina cuando los precios se desbocan: la góndola.

Lo que era una interna se volvió un resquebrajamiento y después se convirtió en un vapuleo público constante. Si se lee de otra manera la historia política desde 2001 a la fecha, se puede explicar no sólo como la emergencia de dos proyectos nuevos, enmarcados por la disputa de la renta agraria y su ubicación en el mercado mundial (la relación con China), sino que también puede explicarse como el esfuerzo de la política, las instituciones y el propio mercado para reconstruir la gobernabilidad desde el Poder Ejecutivo. Abofeteado sin parar por su propia coalición desde la derrota de 2021, Alberto Fernández habla en un acto y con suerte lo pasan en vivo en Crónica o Canal 23. En este proceso también se está poniendo en entredicho la gobernabilidad. La lapicera. La lapicera de un presidente que perdió sus dos principales alfiles en un mes.

En el medio del revoltijo, la figura de Sergio Massa se recorta, hasta el momento, como la que mejor ha sabido actuar en la mayor parte de los momentos. Mejor quiere decir con mayor serenidad, no alterando todavía más el malhumor social.

¿Habrá Massa previsto que la alquimia electoral de 2019 no podía traducirse correctamente en una maquinaria de gestión? ¿Por eso habrá elegido ese peculiar lugar de exposición y retiro, rosca y preservación, que puede ser la presidencia de la Cámara de Diputados? Quién lo sabe. Lo cierto es que está saliendo bastante ileso del combate a cielo abierto entre el presidente y la vicepresidenta.

Un slogan repetido por CFK en 2017 y 2018 era que el macrismo había llegado para desordenarle la vida a la gente. Pues bien, la coalición gobernante parece no tener idea de que, después de una semana laboral de angustia y precariedad, no hay nada más importante que tener un sábado en paz.

Porque la importancia de tener un sábado en paz refiere a un gobierno y un modo de gobierno que no le da descanso ni respiro a la población. No es la vulgar "crispación" que se le endilgaba a CFK en su gobierno y que, verdaderamente, reflejaba el estado de ánimo de los poderes fácticos afectados por su políticas públicas. Acá el malhumor está abajo, más allá de las explicaciones periodísticas de paneles y columnistas y de los partisanos que ven jugadas maestras en todos los movimientos de cada líder político. Abajo, desde donde lo que se ve arriba es un riña constante y sin solución, enmarcada en un contexto donde el sueldo no alcanza, más allá de que haya más trabajo, después de los dos peores años posibles, la pandemia.

¿Suena a justificación de la antipolítica? Es más bien su compresión. Ni ganas hay de seguir los intríngulis. Un poco de paz, nomás. Todas las familias conocen uno, dos o tres fallecidos cercanos por el coronavirus. Todavía hay un duelo social masivo y silencioso detrás de todo.

Porque, vamos, además, si fuera que estamos discutiendo, si hubiera chance de discutir, acaso una reforma impositiva progresiva, la creación real de una empresa testigo de producción de alimentos, la reducción de la jornada o la semana laboral como único camino posible de crecimiento del trabajo registrado, el pasaje a un modo de producción que no se devore al planeta como si fuera un zombie. Lo que sea. Pero desde 2018 para acá, gobernar en Argentina es, indefectiblemente, gerenciar un acuerdo con el FMI. Cualquier épica por fuera de esas líneas es una mentira absurda. No es un problema de audacia política, voluntad y construcción de poder o de capacidad de gestión: es un problema financiero público y macroeconómico. Ningún gobierno –con gusto o disgusto– va a romper esa relación. Ese fue el éxito más definitivo de Mauricio Macri en su paso por la Rosada.

Lo que en la militancia de base quizá sea visto como "dejen de darle de comer a la oposición" (que no para de comer pochoclo) y lo que en la gestión ha de ser una tortura de contradicciones, zancadillas, obstáculos y descoordinación que fagocita a líneas medias o terceras de mayor o menor virtud, al final, en el ágora de la góndola, se traduce de modos más sencillos, resignados, sordamente enfurecidos. Por qué no la cortan, como sea, de una vez y se ponen a trabajar. 

 

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