Nahuel Cainelli: El pibe que soñaba (y que jamás perdió la humildad) 

El pibe soñaba. Se imaginaba algún día entre los grandes. Recortaba figuritas y soñaba. Pero era chiquitito. Patitas flacas, rostro casi asustado, los ojos bien grandes eso sí, siempre grandes -y atentos a todo-. El pibe soñaba. Y jugaba a la pelota. En su casa. Con sus hermanos. Y sus amigos. Mientras su mamá lo invitaba a tomar la leche. Y seguía soñando. 

Deportes 02/02/2021 Por Ramiro Muñoz Por Ramiro Muñoz
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Por Lisandro Valdemarin
El tiempo pasó y esas patitas flacas se metieron a jugar con otras piernas más fuertes y robustas. Las indicaciones ya no fueron las de mamá para que tome la leche. Los profes de Unión de San Guillermo le pusieron la camiseta de «La Banda Azul» y hasta los pantalones le quedaban grandes. A él poco le importaba. Siguió sorprendiendo a todos, llegando donde nadie llegaba, corriendo cuando nadie ya corría y estando en todos lados y en todas partes. El tiempo siguió pasando y debutó en Primera. Y su juego de barrilete lo hizo correr por toda la cancha y en cada pincelada empezó a mostrar calidad con los mismos jugadores que veía deslumbrado cuando era más pequeño.
Los que peinan canas en la tribuna de Unión decían, casi murmurando: «este pibe va a llegar lejos». Otros, acotaban: «el físico no le ayuda, habrá que ver, no hay que ilusionarse». El tiempo siguió pasando y le tocó irse. Tiro de Morteros, Estudiantes de Río Cuarto. Torneos Argentinos. Federales. Argentino B. Ascenso. El Nacional. Segunda división del fútbol argentino. Buen rendimiento. Goles importantes. Jugadas trascendentes. Una final perdida. Y nuevamente otra final. 
El pibe que soñaba sigue soñando. Se les escapó por segunda vez. La Historia es una señora con joyas caras, a veces inalcanzable. Pero a veces lo imposible sólo tarda un poco más. Ojalá así sea, para su equipo y sobre todo para él. El que tiene las patas ya no tan flacas, su cuerpo ya no tan pequeño, pero sigue teniendo los ojos siempre grandes y siempre atentos. Ojalá los sueños sigan ahí, al alcance de la mano. Y como un racimo de uvas puedas tomarlos cuando ya estén maduros o cuando Dios disponga. 
Sin grandilocuencias. Sin exageraciones. Sin divismo. Sin altares de supremacía. Con la palabra que sigue siendo tímida, a pesar del paso de los años. Con la humildad que sigue a flor de piel, a pesar de todos los aplausos. El túnel ha quedado vacío. En tus oídos retumban los cánticos de la gente. El ruido de los tapones de los botines caminando solitarios invita una revancha. Una más. La tercera será la vencida. Estate seguro. Vistiendo la camiseta que sea. Sueños de Bomboneras y Monumentales te quieren abrazar por las noches. Tu sencillez no quiere marearse con semejante varullo. Elige el silencio. Y la Esperanza. Esa bendita palabra llamada Esperanza, para pintarte la cara con sus colores y salir del túnel, una vez más. 
La mejor de la suerte, querido Nahuel. Y muchas gracias por todo. Llegues a donde llegues, ahí estaremos, orgullosos de conocerte y de saber cómo sos. Esencias. No apariencias. El ruido de los tapones pronto volverá a la cancha. Abrazo grande, querido Nahuel.

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