La escuela pública enseña, resiste y sueña

Septiembre es para las maestras y maestros un mes de celebración. Pero no una cualquiera, sino una en clave de disputa como lo prueba la creación de Ctera como expresión de lucha sindical para defender los derechos de los docentes - Por Juan Pablo Sarkissian

Actualidad28 de septiembre de 2022Noelí RojasNoelí Rojas
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Septiembre es para las maestras y maestros un mes de celebración. Pero no una cualquiera, sino una celebración en clave de disputa.

Es que lo primero que surge como acontecimiento en septiembre es el día 11, el cual recuerda  el fallecimiento, en 1888, de Domingo Faustino Sarmiento, ex gobernador de la provincia de San Juan, ex presidente de la Nación y ex senador nacional por San Juan, en ese orden y entre otras funciones.

Pero Sarmiento también fue docente, periodista, escritor e intelectual de fuste. Su mirada política lo sitúa en, tal vez, la “peor” versión del desarrollo de progreso: Estado Unidos. No porque negara a Europa, sino porque las repuestas políticas de esas latitudes, sobre el futuro próximo, le generaban dudas.

Considerado el “padre del aula”, fue el gran promotor de la necesidad de una ley educativa argentina, creencia que se materializa en su texto De la educación popular de 1849.

Antes de ese trabajo, Faustino Valentín Sarmiento, conocido como Domingo Faustino, nombre que asumió más tarde en homenaje al santo de familia, realiza en 1847 su primer viaje a Estados Unidos y luego, ya desde su rol como ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la Argentina, a partir de 1865, Sarmiento queda encantado con lo que encuentra en el país del norte, especialmente en la ciudad de Boston a la que definió como “la reina de las escuelas de enseñanza primaria”.

Así, entre 1869 y 1898, por su iniciativa, llegaron a la Argentina desde Estados Unidos, al menos 60 educadoras de las cuales se tienen registro, con la finalidad de dar clase, inaugurar escuelas en todo el territorio nacional y formar a nuevas generaciones de docentes.

“Debían ser sí o sí solteras. De aspecto atractivo, maestras normales, jóvenes pero con experiencia docente, de buena familia, conducta y moral irreprochables y, en lo posible, entusiastas y que hicieran gimnasia”. Esa era la lista de requisitos que impuso Sarmiento, según relata la escritora Laura Ramos en su libro Las señoritas (2021).

Si bien Sarmiento falleció el 11 de septiembre de 1888 y la celebración es en su honor, el Día del Maestro no se decretó en ese entonces. En 1943 se realizó la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas en Panamá, donde surgió el proyecto que finalmente se concretó en 1945 a través de un decreto firmado por el entonces presidente Edelmiro Farrell.

Pero hay otro 11 de septiembre. En efecto, el 11 de septiembre de 1973 nacía la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), marcando la culminación de un largo proceso de unidad de la docencia y el comienzo de una trabajosa etapa de organización interna.

El nacimiento de Ctera estuvo atravesado por el contexto político que vivía el país, como producto de largas luchas sostenidas desde el sindicalismo junto a otros sectores de la sociedad.

“El 11 de septiembre no sólo es el Día del Maestro, sino también es el aniversario de la fundación de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera), en 1973. El mismo día de esa fundación en la que confluyeron fuertemente estos sindicatos combativos, fue la noche del golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile. Es un tanto paradójico, porque mientras se hacía la asamblea de docentes para constituir la Ctera, en el país vecino se iniciaba una época trágica”, dice Guillermo Ríos, el ex secretario de Cultura de la Municipalidad de Rosario en su libro Hora de abrir los ojos. El proceso de sindicalización docente en la provincia de Santa Fe 1969-1976.

El texto, en clave de historia oral, da cuenta de un contexto histórico concreto y de qué modo impactó en el gremio docente, sintetizando un conjunto de experiencias de lucha sindical, así como una reconfiguración de los principios en los que se pensaba la labor docente. Otra vez, la importancia de la T. Es en esa época que las y los docentes dejaron de pensarse como “apóstoles de la educación” para reconocerse como “trabajadores de la educación”.

Y la palabra Trabajador muta en concepto. Ya no son sólo docentes son “trabajadores de la educación”.

La mutación tiene una historia. En marzo de 1988, la docencia argentina protagonizó lo que muchos consideran una gesta histórica para la Educación del país, en la lucha en defensa de la Escuela Pública junto al pueblo.

En aquel entonces, la Ctera, conducida por el docente mendocino Marco Garcetti, convocó a un paro por tiempo indeterminado. Con altísimo acatamiento en todo el país, el 18 de mayo, desde el norte, el sur y el oeste del país, partió una marcha que confluyó el 23 de mayo en la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires con tres reivindicaciones principales:

Salario único en todo el país: a igual trabajo, igual remuneración (nomenclador básico común).
Paritaria Nacional Docente: los docentes querían discutir salarios y condiciones de trabajo al igual que los demás trabajadores.
Ley de Financiamiento Educativo y Ley Nacional de Educación.
Así, desde las escuelas de todo el país, de Ushuaia a la Quiaca, docentes con sus guardapolvos blancos marcharon en defensa de la Educación Pública, de sus salarios y de sus derechos laborales.

La Marcha Blanca se constituyó en materialización explicita en defensa no sólo de la educación pública y de derechos laborales, sino que puso su eje principal en los derechos del conjunto de la comunidad educativa. Fue durante esos 43 días de marcha que los docentes entendieron y asumieron que eran y son Trabajadores de la educación, y como tales salieron a las calles a pelear por ella.

Con un colosal acto en el Obelisco, miles de trabajadoras y trabajadores de todo el país ocuparon virtualmente la Avenida 9 de Julio, ya que la Plaza de Mayo permanecía cercada por las fuerzas de seguridad.

Al día siguiente, en un congreso de la Ctera, si bien no se habían conseguido todas las reivindicaciones y continuaba debatiéndose el espinoso tema de los descuentos realizados por algunas jurisdicciones, se decidió el levantamiento de la medida de fuerza. Los docentes habían conseguido la aprobación de un nomenclador básico común y la unificación salarial en 21 de las 25 jurisdicciones.

También el Congreso Nacional había sancionado un paquete impositivo para proveer un mayor financiamiento a la Educación y estaba presente la expectativa por lograr la sanción de una Ley de Paritaria Docente, impulsada por el Diputado Carlos Auyero, finalmente sancionada.

La conducción gremial consideró que el resultado político más importante, más allá de los resultados prácticos, fue lograr que el tema de la educación popular ocupara de manera sostenida la atención y preocupación pública, generando de esta forma las necesarias condiciones para la transformación educativa, al unificar la lucha nacional logrando un amplísimo consenso social y despertando en el resto de los trabajadores un reconocimiento por la contundencia y la organización mostrada.

Fue en el VII Congreso Extraordinario de Ctera que se declaró el 23 de mayo como el Día del Trabajador de la Educación, para recordar la movilización docente y sus logros.

Los maestros y las maestras  escribirían otro jalón de lucha

Nueve años después los maestros y las maestras  escribirían otro jalón de lucha.

El 2 de abril de 1997 se instalaba La Carpa Blanca frente al Congreso bajo el gobierno de Carlos Saúl Menem. Allí ayunaron los docentes hasta el 30 de diciembre de 1999. Muchos de los que caminaron en 1988 ocuparon la Carpa en 1997.

El protagonismo de las y los trabajadores no se agota en esta apretada síntesis. Sólo rescata fenómenos de trascendencia historia. No son los únicos. Y es de seguro que habrá otros. Porque la escuela pública enseña, resiste y sueña.

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